venerdì, agosto 11, 2006

No desapareceré


Trataré de enmendar el empobrecimiento de este blog, que pide que lo viste más seguido, que le dé ese tipo de atenciones que le brindo a los arbolitos que ahora he sembrado, algo similar a esa mirada de cuidado que cada mañana le otorgo a los árboles de neem y moringa que esperan ser sembrados. Ahí están, a un lado del bar donde también esperan las nuevas esferas que nos han dado, árboles de nopo, suchil, guaya y orejón. Puras especies nativas, novedosas, algo bonito para el rancho. Después de más de un mes, apenas un poco más de sus reglamentarios 30 días, vuelvo a confirmar, en el calor húmedo del trópico, siempre suceptible el cielo a tempesta, la noción de que todo es posible, que no existen límites más que los que crea la misma mente, que las ideas son la posiblidad para renacer siempre de cualquier situación, la percepción de que el universo está fragmentado pero repartido ilimitadas veces en ilimatados espacios, que hay energías sutiles, pero persistentes, que el estado vegetal es más que sólo el verde.


Ahora pues, me quedo con la intención de lograr conseguir hoy unas piedras volcánicas, nueva tarea, nueva aventura en la cual debo de obtener, de algún lugar de las riberas de esta tan enorme laguna de Catemaco, unas cuantas piedras de poro grueso, de aquellas que se calientan hasta casi volverse magma de nuevo, ver la madera arder y sentir el fuego, intentar evocar la purificación lo más posible, creo que es volver a la tierra desde el cielo y viceversa.