
Ni de parranda tampoco. Simplemente, las cosas de la vida lo apartaron de la escritura.
Quien sabe: árboles, familia, construcción, vacas, distancia, vida rural. Visto desde fuera, todo pudo haber sido un acelere por un cambio de vida anunciado. Esos son los más difíciles porque tienen un montón de expectativas por cumplir, y cuando no se logran, duele.
Duele porque se quiere, duele porque hay apego a las formaciones mentales.
Un mundo perfecto.
La jardinería inmensa solo posible para ser trabajada por gigantes. ¿Quién tiene la espalda para trabajar tanto? Quién tiene los aperos de trabajo, las bestias, el batallón de esclavos, el dominio sobre las tierras para darle la forma del capricho.
Cabellos rizados.
Capelli ricci. Capricho. Capirotada.
Mejor no seguirle y dejar que el tiempo guarde estas palabras, que acumulen bytes bajo mi autoría en el cyber espacio democrático del blog. Que visiten o no visiten. Me siento amplio escribiendo en tres blogs, pero insatisfecho con su presentación visual.
Me conformo por ahora con la imagen de un mundo perfecto. Búdico pues.
Es bueno volver aquí. Hay algo... la sensación de tierra mojada. La soledad del escriba. Su turno ante el Scriptorum... siempre hay algo cuando uno vuelve. Después de tanto tiempo.
Siempre.
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