giovedì, luglio 11, 2013

Meet me at the Shopping Mall. P A R T E 1.

El fracaso de nuestro quehacer social.

No se bien en que momento dejamos que este modelo se volviera el dominante en nuestra cultura.

MEET ME AT THE SHOPPING MALL.

Si bien me salen algunas ronchas al aceptar un sentido de pertenencia en común al afirmarlo como "nuestro", tampoco puedo afirmar una alienación tan definitiva como para criticar desde fuera el fenómeno, pues fui afectado por el mismo y soy afectado ahora.

BEEN WALKING AT THE SHOPPING MALL

Si bien el abordaje de la "cultura" como concepto puede provocar muchas agruras en sus prominentes críticos si se aborda así sin demasiada presentación y justificación, al final de cuentas considero demasiado imprescindible expresar mi sentimiento, mis percepciones, mi crítica.

GONE MAD AT THE SHOPPING MALL

Entiéndase que como cultura estoy hablando de aquellas cosas que reflejan nuestro espíritu, nuestro estado interior, no nada más en torno al ánimo del momento,  o la consagración de la "alta cultura" sino sobre todo nuestros hábitos, nuestras expectativas, nuestras esperanzas, nuestros anhelos. 

WENT SHOPPING AT THE SHOPPING MALL

Por eso la redundancia no ofende, porque es funcional, porque la razón última de encontrarse ahí es comprar. Comprar de todo. Nuestra versión postmoderna del mercado, nuestra "sofisticada" expresión masiva para el consumo de las masas. Cine, ropa, accesorios, alimentos, ropa, juguetes, cosméticos, ropa, accesorios. Un motivo triunfante: "Se un accesorio".... Reducción al utilitarismo. Ya no somos humanos, somos accesorios. Ya no somos imprescindibles, somos accesorios. Ya no somos únicos, somos accesorios.

WHAT IS THE SHOPPING MALL FOR?

Como "espacio humano" su misión es satisfacer necesidades humanas (básicas, superfluas, necesarias, innecesarias, hay de todo) sobre las cuales se construyen especulaciones comerciales de todo tipo. Las necesidades básicas son inevitables: comer, vestir. Para ello hay abundantes marcas, modelos y tendencias y siempre habrá una isla o varias de comida "rápida" (porque no hay tiempo que perder entre compra y compra).

Duele. Aunque la banalización del vestido y la comida no es lo que me duele más. Veo que hemos reducido el acto ético y estético de comer y vestir a simples marcas y tendencias efímeras (que duran lo que dura "una temporada") dictadas desde "bunkers fashionistas" que logran su predominio a través del discurso de imagen que manejan: hermosos hombres y mujeres ataviados y perfumados con los últimos productos, impresos a escala enorme sobre las paredes, tan grandes que los hacen parecer sobrehumanos. Son esos héroes míticos de nuestra cultura que nos observan impasibles desde sus atalayas con los nombres que son sinónimo de autoridad, poder adquisitivo y "buen gusto": Gucci, Ralph Lauren, Tommy H., etc. los que nos dictan los cánones de consumo y belleza, de moral y triunfo.

Lo que más duele es que las tiernas infancias sean llevadas a esos lugares para encontrar entretenimiento, libre esparcimiento lúdico y sea ese "mercado redefinido" el lugar donde habrán de echar a volar su imaginación.

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