sabato, agosto 17, 2013

3 A.M.

Permanecer velando por una parte de la noche,
contemplando el cielo, en calma, sintonizando esa armonía
que proyectan las estrellas, el cosmos en calma, todo en silencio, en calma.

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Me mantuve rezando por ti unos días. ¿Quién sabe? ¿Quién sabe si te fuiste la mañana que sigue a la noche del Decreto? ¿Quién sabe si decretaste tú cuando irte finalmente o si fuiste llevado, de la mano, como un niño, hacia ese lugar al que temías pero no temías, a aquel lugar del que te reías con ironía?

Te fuiste mientras terminaba Ramadán. Me diste más motivos por los cuales ayunar. Tu ausencia representó un aliciente más para buscar el espíritu que vive en nosotros: restarle importancia a mi cuerpo para comunicarme contigo, tu cuerpo no está, son cenizas.

Aun así, a pesar de mis preguntas -todas las que hice en alta voz, todas las que te hice desde mi mente, pensando que en esa intimidad, de tu altar, tus cenizas, tus velas y tu agua, me escucharías- sigues sin hablarme, sigues ausente, así como desde que te fuiste. Te has ido insinuando sutilmente en mi interior, como de alguna manera lo hacías desde el año pasado, pero no tengo REAL comunicación contigo, parece que hay algo, o alguien, que no nos permite intercambiar más información... ¿será?

¿Será realidad mi suposición o será mera especulación, las puras dudas acumuladas en este periodo de duelo?

Lo que me queda, lo que queda como una innegable certeza, es el velo de los mundos que se rasga, que se hace más sutil a esa hora. Se adelgaza, se debilita a tal grado que a esa hora podriámos hablar, tocarnos, ponernos a resolver algunos pendientes.

Pero a esa hora yo me encuentro dormido, no logro velar tanto. Me faltan velas, oraciones, incienso, un lugar apropiado, un mayor esfuerzo. Y tú, a esa hora, eres abrumado por el tedio de encontrarte en donde te encuentras. Creo. Espero que no sea así. InshaAllah.

Tú no necesitas de la noche para descansar, tú ya no necesitas descansar para reponer un cuerpo, tú ya no tienes un cuerpo, tú ya estás en todas partes, como el cielo. Pero tal vez te faltó prepararte para ese último viaje, olvidaste que lo mejor para ese viaje es ir ligero y en cambio te llevaste un gran equipaje encima. Eres especial, siempre lo fuiste y tal vez por ello has logrado dejar gran parte de ese equipaje y descansar, pero ese descanso, por lo que he podido conocer hasta ahora, no ha sido definitivo. Te encuentras encerrado en un tedio, el tedio de ese estado intermedio... Y estás haciendo lo mismo que hacías aquí cuando había otras cosas más importantes que hacer: sentarte a ver televisión.

Otro motivo más para tenerle reticencias a la caja idiota. Afecta a los vivos y a los muertos. Nos mata esta vida y nos mata la Otra Vida también.

Solamente ella, la más pura de corazón de tus hijas, la que te conocía desde las entrañas hasta los pensamientos, la que te compartió su vida desde su primer latido hasta tu úlimo suspiro, sólamente ella te ve a esa hora, solamente con ella creo que tiene esa conexión contigo para acercarse, encontrarte, revelarte tal y como estás. A veces tropezando. Dime acaso, si puedes ¿Cómo estás? ¿Todo bien?

Ella te ha visto, sentado, inmóvil, indiferente, ante el televisor. No puedo imaginar cuál es la programación del estado intermedio, pero no creo que sea mucho mejor a la que tenemos aquí. Más bien han de ser horas interminables de señal perdida, la interferencia y las ondas extraviadas que nunca llegan, estática infinita, limbo televisivo, gris perenne. Y te imagino ahí sentado, abrumado por ese tedio, sin saber que hacer.

Por eso tu rostro inmóvil, por eso tu expresión seca, por eso tu indiferencia, a las tres de la mañana.

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