lunedì, gennaio 17, 2022

El cambio llega hasta que uno quiere – la permanencia de las fallas de carácter

 

Darle su lugar al otro en una relación implica muchas cosas, pero empieza por una escucha amorosa. Sin escucha amorosa, no existe manera en la que se le pueda dar al otro su debido reconocimiento. Eso es el primer paso…

El reconocimiento tiene esa naturaleza: “re-conocer”, volver a conocer a esa persona con la que está uno conviviendo, que está cambiando cada día, sin pausa: a veces cambios que alimentan al perro bueno, a veces cambios que alimentan al perro malo, al enfermo, pero cada día alimentamos... Es duro “re-conocer” al otro, implica un auténtico movimiento desde lo más profundo, sin juicios, permitiendo que el otro pueda abrirse en total intimidad, en total vulnerabilidad.

Muchas veces, casi siempre en estos tiempos, estamos cambiando para alimentar al perro malo, al perro enfermo, al que solo actúa desde el ego y desde ahí surgen todo tipo de bestialidades, de catástrofes…

Yo alimenté al perro enfermo al nutrir su ego sin darme cuenta, cometí el error más terrible de pensar que lo que hacía era de manera abnegada, que era por un bien mayor, que no era para mí sino para los demás, pero ahora veo con claridad mi error: que sentía que en esa aproximación no había falla, que sentía que esa supuesta abnegación era el camino, que me hice tan sordo a mi mismo para inflar mis fantasías que perdí el piso, me quedé volando en la visión, me quedé navegando las expectativas, como capitán de un barco aferrado a un sin sentido. Yo era el capitán que ignoraba que el barco hacía agua por todos lados y que siempre pensaba, estamos bien, todo esto forma parte del plan…

Durante un año alimenté al perro malo, al perro enfermo con expectativas, con “estrategias” que veía yo inmediatas a su cristalización, al punto de ya no poder “re-conocerme”. En esta pérdida del reconocimiento personal, se pierde la oportunidad para re-conocer al otro. Simplemente no existe un medio, un canal, no importa cuantas palabras se crucen, se convierte en un diálogo de sordos con necios, en una pérdida de tiempo y energías. Me pasó a mí, nos pasa a todos.

Así como me pasó a mí le pasa a muchos. Estamos tan preocupados y/o ocupados en sobrevivir, en sacar el día que consideramos que merecemos nuestras egocéntricas treguas y resbaladizas indulgencias y que no hay tiempo para el reconocimiento, ni de uno mismo ni del otro, mucho menos tiempo para alimentar y cuidar del perro bueno.

Pero entonces, un día sucede: el perro enfermo ha crecido tan grande y fuerte por tanto alimentarlo cotidianamente con nuestras emociones, pensamientos, expectativas y ficciones absurdas que no queda espacio atrás, se nos agota el margen de maniobra. El perro enfermo se vuelve el carácter y el vehículo de nuestra vida y toma el control. Como al final es nuestro perro, como al final somos nosotros mismos, como al final lo alimentamos, con toda confianza le damos el control de nuestra vida y nos perdemos. ¿Cuánto tiempo? Depende de cada quien, depende si uno acepta o no sus pendejadas, sus errores. Aceptar que estuvo mal alimentar al perro malo es un primer paso. Dejarle de dar de comer es el segundo. Lo terrible es que puede pasar toda una vida antes de que se puedan llegar a concretar estos dos sencillos pasos y entonces perpetuamos un ciclo trágico donde pasamos de un evento desafortunado al siguiente, al siguiente…

Y es entonces cuando parece ser que ya no se puede hacer nada. Y lo más fuerte es que uno puede decidir no hacer nada, uno puede aceptar desde una resignación torpe e inconsciente que “así he sido siempre” y ese es el error: suponer que uno “así ha sido siempre”, cuando en el presente lo único que tenemos es un continuo y fluido cambio. Cuando pensamos (o no pensamos) que no cambiamos, que “así somos” lo que está operando a nivel sutil es la peligrosa reafirmación de nuestras fallas de carácter. Y nosotros mismos nos vamos encaminando a las dolorosas pérdidas que vienen con ello y luego, lo peor: dependiendo de cada quien, buscaremos hacer culpables a los demás de nuestra propia desgracia individualmente orquestada. En medio de tal di-sinfonía, en tal des-armonía, no hay nunca un espacio seguro para otro, no hay re-conocimiento, no hay empatía, no hay mucho menos una verdadera comunicación. En un tsunami de mentiras cómodas para nuestro ego, nos ahogamos violentamente escuchándonos repetir una y otra vez nuestras mentiras, pensando que si las repetimos muchas veces más, se harán verdades, para que tengamos una tablita de salvamento.

Nessun commento: